Los agricultores de la provincia de Albacete conviven desde hace años con un desafío creciente, a menudo invisible, pero de consecuencias muy tangibles. La contaminación de los acuíferos por nitratos se ha convertido en un problema que afecta directamente al futuro del campo, a su rentabilidad y, también, al cumplimiento de las estrictas normativas medioambientales impuestas tanto por Bruselas como por la Junta de Castilla-La Mancha.
En una región como esta, donde el regadío ocupa una parte esencial de la actividad agrícola, la presión sobre los recursos hídricos es constante. El uso intensivo de fertilizantes nitrogenados, sumado a la aplicación de estiércoles y purines, ha llevado a que buena parte de los acuíferos presenten niveles de nitrato que superan los umbrales permitidos.
Zonas vulnerables: cuando el nitrato condiciona tu explotación
La situación no es nueva, pero en los últimos años se ha intensificado con la ampliación de las llamadas Zonas Vulnerables a Nitratos. En la provincia de Albacete, las últimas delimitaciones han puesto el foco sobre comarcas como La Manchuela, los Llanos o incluso algunas áreas de la Sierra del Segura. Municipios agrícolas como Alatoz, Casas Ibáñez, Madrigueras o Fuentealbilla han visto cómo su día a día se complica al tener que adaptarse a nuevas restricciones.
La declaración de una zona como vulnerable no es solo un sello administrativo. Es, en la práctica, un cambio profundo en la gestión de las explotaciones. Los agricultores deben controlar con precisión las cantidades de nitrógeno que aplican, adaptar los calendarios de fertilización y, sobre todo, demostrar ante la Administración que lo están haciendo correctamente. Porque ahora todo queda registrado, no solo en los papeles, sino en un cuaderno de campo digital que la propia normativa obliga a mantener actualizado. De hecho, este sistema de control digital es el que ha permitido a la Junta realizar inspecciones más exhaustivas, como ya explicamos en el artículo dedicado al cuaderno de campo digital en Castilla-La Mancha.
La normativa se endurece: menos margen, más control
Los cambios no son opcionales. El Decreto 73/2023 de Castilla-La Mancha establece un marco muy estricto que deja poco margen a la improvisación. Los agricultores que desarrollan su actividad en zonas vulnerables deben limitar de manera drástica el aporte de nitrógeno, especialmente si procede de estiércoles o purines, cuyo manejo ha pasado a estar bajo una vigilancia casi milimétrica.
Las inspecciones ya no se centran solo en los grandes productores de porcino, tradicionalmente señalados por la generación de purines. Ahora, cualquier explotación agrícola, por pequeña que sea, puede ser objeto de revisión si no acredita que cumple con las dosis máximas de fertilización establecidas. Y las consecuencias son severas: además de las multas, que en algunos casos superan los treinta mil euros, el incumplimiento puede suponer la pérdida de buena parte de las ayudas de la PAC, como ya detallamos en nuestro artículo sobre cómo pedir la PAC en Albacete.
Cuando el nitrato te obliga a reinventarte
Más allá de la amenaza de sanciones, la realidad es que esta normativa está forzando a muchos agricultores a repensar la gestión de sus fincas. Lo que antes se resolvía con un par de abonados estándar hoy requiere análisis de suelo, control de nutrientes y, en muchos casos, inversión en tecnologías que hasta hace poco parecían propias de grandes corporaciones.
En algunas explotaciones de la Manchuela, por ejemplo, los agricultores han empezado a utilizar sensores de suelo que permiten conocer en tiempo real los niveles de nitrógeno disponible. Otros han incorporado sistemas de fertirrigación de precisión, que no solo cumplen con la normativa, sino que optimizan el uso de agua y fertilizantes, reduciendo costes y mejorando los rendimientos.
El cambio también se nota en los despachos. Empresas de asesoramiento agronómico de la provincia reconocen que la demanda de planes de abonado personalizados se ha disparado en los últimos dos años. Los agricultores ya no piden solo recomendaciones; ahora exigen informes técnicos detallados que sirvan tanto para maximizar la producción como para defenderse en caso de inspección.
Beneficio o castigo: la gestión de nitratos como arma de doble filo
Aunque muchos productores perciben estas obligaciones como un lastre más, lo cierto es que, cuando se implementan correctamente, las prácticas de control de nitratos terminan teniendo un impacto positivo sobre las explotaciones. La reducción de fertilizantes no siempre significa menor producción. En muchos casos, la mejora en la eficiencia del abonado ha permitido aumentar la productividad de cultivos como el cereal, la alfalfa o el viñedo, además de reducir los costes.
El suelo también lo agradece. Un terreno con menos exceso de nitrógeno es un suelo más sano, con mayor capacidad de retención de agua y nutrientes, lo que mejora la resiliencia frente a sequías y otros fenómenos climáticos que, por desgracia, cada vez son más frecuentes en esta parte de Castilla-La Mancha.
El futuro del campo pasa por aquí
En definitiva, la gestión de nitratos ya no es una opción ni un capricho de la burocracia europea. Es, para bien o para mal, el presente y el futuro de la agricultura en Albacete. La normativa seguirá endureciéndose, las inspecciones serán cada vez más frecuentes y las ayudas de la PAC estarán más condicionadas que nunca al cumplimiento de los requisitos medioambientales.
Los agricultores que se adapten, que inviertan en conocimiento, tecnología y asesoramiento, estarán mejor preparados para un futuro en el que producir alimentos no solo dependerá del precio del cereal o del aceite, sino de la capacidad de demostrar que se produce de forma sostenible.