El calendario agrícola en la provincia de Albacete siempre ha estado condicionado por las estaciones. Sin embargo, en los últimos años, los agricultores han dejado de guiarse por los patrones habituales. El tiempo en el campo de Albacete se ha convertido en una lotería donde las previsiones fallan, las lluvias no llegan o llegan mal, y los extremos se han convertido en la nueva norma.
Abril y mayo, tradicionalmente meses de siembra y tratamientos, se han visto alterados en 2024 por la concatenación de tres episodios de heladas tardías seguidos de una ola de calor anticipada que superó los 34 grados a mediados de mes.
Sequía: el enemigo silencioso que amenaza cosechas
En la primavera de 2024, la Confederación Hidrográfica del Júcar declaró que el embalse de Alarcón —clave para la Manchuela y el este de Albacete— se encontraba al 29,7 % de su capacidad, uno de los peores datos desde 1995.
Las reservas hídricas en el acuífero de la Mancha Oriental también presentan cifras críticas, generando incertidumbre tanto para los regantes como para quienes dependen del secano. El clima agrícola en Albacete nunca había sido tan frágil.
Algunas explotaciones de cebada y trigo ya han dado la campaña por perdida, mientras que los cultivos leñosos —almendros, olivos y viñedos— muestran signos de estrés hídrico severo, especialmente en las zonas de La Manchuela y el Campo de Hellín.
Tormentas extremas: cuando la lluvia ya no es una bendición
Lo que antaño se esperaba como alivio, ahora genera temor. Las lluvias de mayo llegaron en forma de tormentas breves pero intensas, con episodios que dejaron más de 40 litros por metro cuadrado en apenas 30 minutos en localidades como Mahora, Fuentealbilla o Casas-Ibáñez.
Estos fenómenos provocaron arrastres de tierras, inundaciones de caminos rurales y daños directos en frutales y viñedos. Los seguros agrarios han registrado un aumento del 17 % en partes por siniestros climáticos respecto al mismo periodo del año anterior.
Radiografía del clima: datos que preocupan a la agricultura
Un informe del Instituto de Meteorología Agraria de Castilla-La Mancha revela que, en los últimos 15 años, las temperaturas medias en la provincia han subido 1,3 grados y las precipitaciones anuales han descendido un 14 %.
Además, el número de noches tropicales (con temperaturas por encima de 20º) ha aumentado un 32 %, lo que impacta directamente en cultivos como la vid, alterando sus ciclos fenológicos y su calidad final.
Si bien algunas zonas han apostado por cultivos alternativos más resistentes —como pistacho o lavanda—, la mayoría del sector sigue dependiendo del cereal, la vid y el olivar, extremadamente sensibles a las variaciones del clima.
Agricultura contra el reloj: soluciones y dudas
Ante este escenario, los agricultores de la zona se debaten entre la adaptación y la resistencia. Los sistemas de riego eficiente, como la fertirrigación o el riego por goteo solar, están ganando terreno en La Manchuela y en buena parte de la provincia. Sin embargo, los elevados costes de instalación, sumados a las trabas en la tramitación de permisos, frenan muchas iniciativas.
Buena parte de las ayudas que se destinan a combatir estos efectos climáticos provienen de programas como los fondos Leader, que ya analizamos en el artículo sobre las subvenciones al campo en La Manchuela, y de las líneas específicas de la PAC, aunque con desigual aplicación según las zonas.
El factor humano: cómo vive el agricultor esta incertidumbre
Más allá de los datos, el relato se completa con la realidad de los agricultores. José Miguel, viticultor de Casas de Ves, resume la situación con contundencia: “Antes te preocupabas por las plagas. Ahora te levantas mirando el radar a ver si cae una granizada o si te viene una ola de calor en plena floración.”
Historias similares se repiten en Almansa, donde la agricultura en La Manchuela sufre una doble presión: la falta de agua y la falta de relevo generacional, que convierte cualquier contratiempo climático en una amenaza existencial para muchas explotaciones familiares.
Perspectivas: ¿Qué dice la AEMET?
Según los últimos informes de la AEMET, Albacete experimentará un verano más cálido de lo habitual, con temperaturas medias entre 1,5 y 2 grados por encima de la media histórica. Las precipitaciones seguirán por debajo de lo normal, acentuando la sequía.
Esto se suma a un otoño que, previsiblemente, será más seco, generando una cadena de impactos que puede afectar no solo a la próxima campaña, sino también al estado de los acuíferos de cara a 2025.
Clima extremo: un desafío permanente
El tiempo en el campo de Albacete ya no es solo una variable a considerar: se ha convertido en el factor que define la viabilidad de muchas explotaciones. Mientras las administraciones debaten planes de mitigación y adaptaciones, los agricultores libran su propia batalla diaria con un clima cada vez más hostil, incierto y extremo.